Finalmente, después de mucho estar sin hacer.
Me siento frente a la compu a contar una historia.
Para mi no siempre cuando un amigo se va deja un espacio vacío.
Me pasó muchas veces, que con esa acción, aparece un nuevo amigo que reemplaza la lejanía o la ausencia del anterior.
Esto lo comento porque se fue el Flop I que me acompaño desde el año 2005.
Y se fue, pero me deja un nuevo amigo: Carlos su nuevo propietario, que lleva al Flopy para los pagos de la Provincia de Buenos Aires Sur: El Atalaya
En estos cinco años viví con mi velero, historias muy gratificantes.
Algunas que conté en el blog y otras que seguramente contaré más adelante.
Pero creo que esta, la de la venta, es muy particular.
Desde que le eché el ojo por primera vez al velero en el Puerto de San Isidro, siempre dije que el Flop I tenía vida propia.
Esto lo digo porque no me fue fácil comprarlo.
El francés (dueño del Flopy) se canso de recibir gente interesada en el velero y siempre se le caían las ofertas de venta.
Hasta que mágicamente un día me llamo y acepto que yo lo comprara.
Siempre pensé que el Flopy me eligió a mi, como Yo lo elegí a el.
Y hasta su antiguo dueño, me dijo que habiendo aceptado ofertas superiores a la mía en dinero en efectivo, terminó aceptando mi oferta en cuotas, porque en el momento de cerrar la transacción con otra persona, él se echaba para atrás pensando que esta no era la adecuada para el velero.
Pero está historia es digna de ser relatada en otra oportunidad.
Cuento esto, porque en el momento de tomar la decisión de venderlo, a mi me empezó a ocurrir lo mismo que al Francés.
El Flopy me deliró un año y medio seleccionando a su nuevo dueño, y si bien recibí algunas ofertas al contado por la compra del barco, no las cerraba porque me parecía que la persona que me hacia dicha oferta, no era merecedora del Flopy.
Las historias se repiten, ¿no?
Voy a contarles dos historias de mi amiguito haciendo de las suyas para no caer en manos de cualquiera.
Después de mucho tiempo de tener el cartelito de venta colgado en su palo, recibiendo llamados de ofertas descabelladas.
Y aparte de tenerlo publicado en una pagina de Internet dedicada a la compra-venta de embarcaciones, sin tener la dicha de encontrar un nuevo propietario digno merecedor del velero.
Más, luego de escuchar las incoherencias de cuanto Salamenáutico se le cruzara.
Tomé la decisión de llamar a mi amiga broker Andrea para dárselo a la venta.
Yo feliz, porque ella me parecía la persona indicada para este menester.
Andrea interpreto lo me estaba ocurriendo y al igual que Pato (mi mujer) me decía:
- Jorge, en realidad sos vos quien no querés vender el barco, y siempre le encontras al futuro propietario algo que lo hace indigno de comprar tu velerito. Esto lo entiendo, porque vos lo armaste integro y eso hace que no te lo puedas despegar.
- Si, bueno, puede ser…
- Los veleros, las casas como los autos son objetos. No tienen vida, no eligen a sus dueños, y Yo te lo voy a vender.
Luego de escuchar todo esto sigo pensando que para mi no es así, y los barcos tienen vida propia.
Si/No: después de leer el relato, saquen sus propias conclusiones…
Un día me llamó Andrea y me dijo:
- Jorge, este fin de semana largo, viene un Sr. de Uruguay a ver cuatro veleros, el día lunes después de ver por la mañana el tuyo (que es el último de la lista), se vuelve a Uruguay, para luego en la semana hacernos una oferta.
Yo no lo podía creer, el precio era muy bueno, y esto de que mi velerito se viera en Uruguay me gustaba.
Sí.
Me estaba cerrando todo.
¡Qué bueno!
Este fin de semana pintaba alucinante, yo estuve en el club trabajando el sábado y era un hermosos día, no hacia frío, el cielo estaba celeste y a pleno sol.
Pensaba:
¡Qué bueno!
Este tipo, hoy esta viendo veleritos y el lunes va a ver el Flopy que está inmaculado.
Andrea lo llevaba a ver tres veleros que estaban navegando, pero a diferencia del mió, estos de estética estaban muy caídos.
Ella le iba a mostrar al Flop I el último día para deslumbrarlo.
De esta forma, este señor, comparaba el estado de mi velero con los anteriores, y lo compraba.
Todo esto me parecía una buena táctica de venta.
Como Yo también trabaja el día lunes, había arreglado con Andrea que fuera ella al Puerto de San Isidro a mostrarlo.
El domingo amaneció espectacular.
Yo estaba en el club trabajando y me encontraba un poco ansioso, quería saber de antemano como iba el asunto de las visitas a los veleros.
Así que a las cuatro de la tarde, no pudiendo esperar más, llame a mi amiga para que me diera un panorama.
Y me dijo:
- Jorge, ya le mostré los tres veleritos. Y sí, más o menos le gustaron. Pero los vio un poco desprolijos. Hay mucha expectativa con el tuyo. Espero que tengamos suerte. Me parece que va todo viento en popa.
Qué alegría me producía todo esto.
Por fin se encontraba una persona que valoraba todo el trabajo realizado por mí en el Flop I.
- ¡Sí!
- ¡Este seguramente es el candidato!
- ¡Este va a ser el futuro dueño del Flopy!
El día lunes amaneció horrible.
Día gris, ventoso, mucha lluvia, rayos y truenos.
¡No lo podía creer!
¡Era un día de mierda!
Se me caían todas las expectativas.
Me imaginaba al velero en el Puerto de San Isidro cagándose de risa.
No me podía borrar esa imagen.
Le veía con su proa blanca, los ojitos azules bien abiertos y una risita socarrona mientras piensa:
¡No me voooooy!
¡Puta!
¡No lo van a ir a ver con este día de mierda!
Al rato me contradecía pensando:
Vino de Uruguay a verlo, no se va a ir sin ver al mejor…
Con toda esta incertidumbre me fui a laburar, y en todo el día Andrea no me llamó.
Claro, Yo tampoco me animaba a llamarla y escuchar una mala noticia.
Recién el día miércoles me animé a llamar a mi amiga…
Y era obvio que este señor no había ido a ver el velero, y por la tarde se volvió a su país.
El Flop I de nuevo se salía con la suya.
Evidentemente: lo que para mi era un gol de media cancha.
Para el Flopy era un pelotazo en contra.
En otra ocasión me llama Andrea y me dice:
- Jorge, hay un interesado en tu barco, pero Yo este sábado tengo que mostrar por la mañana un crucero en San Fernando. ¿Podrías mostrarlo vos?. Esta persona quiere ir a verlo y está muy interesado. Ofrece U$S 5.800.-
¡Qué bueno!
¡Papita para el loro!
¡Qué buena tarasca!
Claro, le conteste que sí.
Andre me paso el teléfono del Quia y lo llamé para coordinar la visita, arreglamos encontrarnos el sábado a las nueve de la matina.
Llego el sábado y le saque la lona al Flopy, el día era ideal.
En el puerto me saludaba con amigos, me tome un cafecito con Osvaldo el dueño del Paye, un Stewar 26 que es el velero hermano mayor en diseño del Flop 1.
Osvaldo se puso contento que venían a ver al Flopy y me decía que este era el candidato.
A las nueve puntual me acerco a mi velerito y estaciona un Renault Magane 0 Km.
Se baja de el un hombre, de muy buenos modales, bien vestido, excelente presencia y dicción.
Pensé: ¡chau lo vendí!
Lo ví en la expresión de su cara.
Me dijo:
- Está mejor que en las fotos, es lo que quiero.
Lo invite abordo, hablamos casi una hora, le saque todas las dudas, me dí cuenta que esta persona realmente sabia del tema y le gusto mucho.
Me dijo:
- Bueno, ¡es mio!
- De todas formas tendría que dejarme una seña…
- No hay problema, no vine preparado, pero el miércoles hacemos la operación y te doy todo el efectivo.
Arreglamos que el miércoles por la mañana me encontraría con él en su banco por la zona de Olivos.
Ya está pensé, ¡genial!
El día domingo fue terrible.
Un temporal fortísimo, hasta cayeron piedras.
Yo le decía a Pato:
- Viste que bueno, le pude mostrar el velero a este tipo, el tiempo no me cago.
Mi mujer se reía diciendo
- ¿No sé?
Pasaron los días y llego el martes.
Por la noche llamo a este señor para coordinar la operación de compra-venta que realizaríamos al otro día.
Con gran sorpresa y teléfono en mano Yo escuchaba por el auricular lo que me decía:
- Jorge discúlpeme, pero la operación no la vamos a poder hacer ahora, con la tormenta del domingo, las piedras me destruyeron los techos de tejas de mi casa y me arruino el auto. El dinero que disponía para el velero, lo voy a tener que destinar a todo este desastre.
- No se preocupe lo dejaremos para más adelante…
Aun hoy lo puedo ver, como antes en el recuerdo, pero ya en el Puerto de Atalaya con su actual dueño, con su proa blanca, los ojitos azules bien abiertos y una risita socarrona mientras piensa:
¡No me voooo hoy!
Croker Nauta
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